Reconociendo que la relación médico-paciente ha
existido siempre, surge la pregunta de si es importante
que subsista aún en los tiempos actuales en que la medicina
se sustenta en la utilización cada vez más excesiva
de métodos de diagnóstico y tratamiento que parecen
ser el paradigma de la medicina actual. Desde nuestro
punto de vista la respuesta es afirmativa. Los nuevos
procedimientos enriquecen los recursos del médico,
pero no sustituyen el poder terapéutico de una buena
relación, que incluso debe servir para ayudar al médico y paciente en el uso de estos procedimientos, que son un
indiscutible avance, pero que han cambiado los objetivos y paradigmas de la medicina innecesariamente cuando
son utilizados en demasía, sin criterio clínico adecuado
y lo que es más triste olvidando que la razón de ser de
nuestra profesión, debe ser y buscar el bienestar del
enfermo.
Dentro de los establecimientos de salud, el consultorio es el espacio donde la comunicación interpersonal se expresa con mayor despliegue y profundidad. Luego de atravesar la recepción y aguardar su turno en la sala de espera, la persona es recibida por el profesional de salud en su consultorio. Resulta indispensable para el profesional analizar cómo se lleva a cabo ese encuentro, tan esperado por la persona que viene a hacer una consulta.
Ese encuentro cara a cara, es una instancia de comunicación básica y directa pero al mismo tiempo rica, intensa y compleja. Dicho encuentro puede ser una oportunidad de aprendizaje y verdadera comunicación.
Ahora bien, el elemento fundamental para una buena
relación es la confianza, y este primer paso lo iniciaba el
paciente al escoger a su médico para confiarle su bien
más preciado: su salud. El paciente contaba con que su
enfermedad y algunos aspectos de ella permanecerían
sólo en el conocimiento de él y de su médico. El médico
dependía en un grado mucho mayor que ahora de su
habilidad para acercarse al paciente, el diagnóstico se
establecía con los datos que éste proporcionaba y en los
signos de enfermedad que pudiera recoger por su exploración.
Los análisis y pruebas de gabinete se solicitaban
para corroborar diagnósticos o para ratificarlos. Debemos
aceptar que en la medicina actual sea institucional
o privada hay elementos que no estimulan la confianza.
En la relación médico-paciente, el médico debe estar
consciente de que el paciente no tiene dañado solo un
órgano, sino que enferma de manera integral. Por ello,
debemos reflexionar que el enfermar conduce a sufrir.
En ocasiones se padece mucho más de lo que se está
enfermo y no debe olvidarse que cuando un paciente
enferma de algo grave, enferma con él la familia. Por todo
ello no es vano recordar aquella vieja conseja médica
que señala: “El médico pocas veces cura, algunas sana,
pero siempre debe consolar”
Esta peculiar relación de confianza del
enfermo y comprensión del médico, se completaba con
un detallado procedimiento de exploración física del enfermo
que no se limitaba sólo a la región del organismo
que parecía afectada. Como auxiliares de diagnóstico el
médico de épocas pasadas contaba con un número limitado de
análisis de laboratorio y sencillos estudios radiológicos.
En la actualidad los recursos de diagnóstico han
aumentado considerablemente.
Con todos estos avances, la medicina de hoy sería
gloriosa si no se hubieran insertado en ella elementos
perturbadores que ocasionan cambios en el paradigma
tradicional de la medicina y de la relación médico-paciente.
Debemos reconocer que hay dos aspectos completamente
diferentes en estos cambios. Uno de ellos
altamente positivo y otro negativo que puede invalidar
los grandes adelantos mencionados y gestar la pérdida
de los valores de antaño.
El cambio positivo se refiere al avance hacia una medicina
social, en beneficio de la colectividad, organizada
para atender a todos los habitantes de un país o a un
grupo de ellos.
El cambio negativo del paradigma es la conversión de
una profesión eminentemente humanística y de beneficio
social, a una medicina concebida como una industria, en donde se debe buscar el beneficio de los inversionistas
que han creado esta industria. En el cambio positivo, hay también diferencias, unos
países la han desarrollado a través de grandes instituciones
públicas, organizadas por el estado para la atención
de los habitantes.
En la medicina actual hay elementos
que no estimulan la confianza. En una publica el
paciente va con el médico que la organización señala,
mismo que frecuentemente cambia en el curso del tratamiento;
el paciente no va con “su médico”. En la privada
sucede algo semejante: el médico es asignado por la
compañía de seguros o por el hospital que escoge al
que acepta su tabulador.
La medicina corporativa es directamente responsable
–tanto la pública como la privada– del deterioro de
la relación médico-paciente, en uno como en el otro
caso, el médico debe atender un número de pacientes
superior a aquellos que le permitirían una entrevista con
el tiempo suficiente para establecer una buena relación
con el enfermo. Este es un mal mundial.
Hay reportes de
medicinas en donde existe esta restricción del tiempo dedicado
al enfermo. En nuestro medio, la consulta en las instituciones de
seguridad no sólo es breve, en ocasiones la cita que se
logra para ser atendido es en una fecha tan posterior
que el padecimiento ya se ha resuelto o complicado,
generando ello mayor desconfianza en los enfermos.
Circunstancias de la época actual que influyen
en la relación médico-paciente.
De los médicos
" El papel del médico
es de un asesor y educador que permite al enfermo
tomar decisiones"
El médico de hoy tiene que mantener su
certificación vigente y para ello cumplir con exigencias
académicas.
La imagen pública del médico también ha cambiado
en relación con la que tenía en el pasado. Hoy se le
identifica como un trabajador de la salud, un asalariado,
sino es que como burócrata. Ha perdido credibilidad
entre un segmento de la sociedad, de tal forma que la
relación médico-paciente se ha llenado de desconfianzas
mutuas que propician una vigilancia de la actuación
del médico por parte del paciente, sus familiares o sus
abogados.
Tampoco es raro que soliciten una segunda
o tercera opinión.
El trabajo en equipo es hoy en día ponderado como
una fórmula deseable para ejercer la medicina clínica,
la que cada vez parece menos un asunto de un solo
médico y su paciente. En las unidades de atención médica
con frecuencia es un médico distinto el que atiende
al paciente en cada cita.
La comunicación profesional , es tan importante en la atención como el buen diagnóstico. El/la profesional tiene a su alcance recursos para garantizar el acceso a la salud cuando el usuario llega a la consulta:
> No hacer sentir a la persona como un número más.
> Saludar a la persona que llega a su consultorio. Una cálida sonrisa es siempre la mejor bienvenida. > Cómo se nombra a la persona también va a depender de las costumbres de cada lugar. En algunos lugares es adecuado llamar por el nombre, mientras que en otras esto es tomado como muestra de excesiva confianza.
> El uso de diminutivos o apodos genera una infantilización del paciente que dificulta una comunicación efectiva.
> Es conveniente empezar la entrevista con una pregunta abierta que estimule el relato del motivo de la consulta.
> Antes de realizar cualquier indicación, es necesario escuchar con paciencia y atención el motivo de la consulta. Cada persona tiene su forma y sus tiempos de expresarse.
> Recuerde que sin códigos comunes, palabras compartidas, no hay comunicación posible. Muchos médicos no conocen la realidad de sus pacientes, sólo se limitan a relacionarse con ellos desde la enfermedad y no desde la integralidad de la persona.
> El espacio de consulta no debe reducirse meramente a transmitir datos al paciente, es una instancia para dialogar, preguntar, orientar, aconsejar, prevenir, conversar.
> Hablar de calidad de atención en la consulta, no solo implica una buena atención clínica, sino también poder desplegar un espacio de escucha donde puedan volcar todas sus dudas, inquietudes y, a veces, angustias.
> Utilizar palabras lo más claras y sencillas posible, aún para explicar procesos complejos. Evitar el uso de términos técnicos y siempre traducirlos a un leguaje cotidiano.
> Re-preguntar, volver a preguntar lo mismo pero de otra manera, para revisar si entendió las indicaciones. Es importante explicar si se entendieron sus indicaciones con claridad.
> Si el paciente no entiende las indicaciones, es conveniente explicarle a quien lo acompaña.
> Escribir la receta con letra clara y leerla en voz alta al paciente (quizás la persona no sepa leer y no se lo diga).
De los pacientes
" El usuario de salud tiene derechos: derecho a la información, a acceder a su historia clínica, a conocer los resultados de estudios y análisis, a conversar sobre el plan del equipo médico para tratar su problema si es que lo hubiera"
El paciente ha adquirido una mayor conciencia de sus
derechos y es cada vez más frecuente que
defienda
su capacidad de autodeterminación contando con el
apoyo de la familia.
La moderna bioética consagra el
principio de autonomía para los pacientes competentes,
de tal manera que se acepta que pueden incluso
negarse a seguir las prescripciones del médico si
no les parecen apropiadas y apoya el derecho del
paciente a participar activamente en las decisiones
que le conciernen.